Más allá del aroma, el sabor condiciona la sensación en boca, la densidad del vapor y la duración de la fumada. Un tabaco bien humidificado y con una mezcla equilibrada ofrecerá notas claras (por ejemplo, mango) o complejas (mezclas gourmet) y evitará el sabor a quemado que arruina la sesión.
También influye en la gestión del calor: los sabores muy mentolados suelen pedir menos carbón, mientras que los tonos densos y dulces necesitan calor estable para liberar toda su gama aromática.